Christiana es una ciudad dentro de la ciudad de Copenhague

En pleno centro de la pulcra y ordenada Copenhague existe un barrio que vive a su propio ritmo, conforme a sus propias reglas. Un barrio que, parcialmente autogestionado desde su creación hace ya más de cuarenta años, aún hoy aboga por su total independencia. Es la Ciudad Libre de Christiania.

La sorpresa es máxima cuando el descubrimiento se produce fortuitamente, sin haber leído nada al respecto (algo realmente poco habitual, pues Christiania es, junto a la estatua de la Sirenita, uno de los atractivos turísticos más famosos de la capital danesa). Uno va paseando tranquilamente por la isla de Christiania, cuando de pronto se encuentra en una ciudad dentro de otra ciudad; un sub-barrio que más bien presenta el aspecto de comunidad okupa, entre lo idílico y lo desaliñado, casi anárquico, de no ser porque en Christiania sí existen determinadas normas.

Un caos ordenado

Para empezar, no os sorprenda las pocas imágenes que ilustran este artículo: es que hacerlas está prohibido, y sus habitantes no llevan nada bien que alguien quiera hacerse el despistado (aunque siempre haya quien lo consiga). Y es una pena, porque Christiania es muy fotografiable: mercadillos de artesanías, casas, tiendas y restaurantes levantados con material reciclado, centros culturales, jardines, estatuas… Por no hablar de sus habitantes, que aunque pocos son los que quedan de su formación inicial, mantienen viva la utopía.

Christiania se formó el 26 de septiembre de 1971, cuando un grupo de ciudadanos echó abajo la alambrada que protegía una base militar abandonada para que sus hijos tuviesen un lugar donde jugar. Lo que empezó como un acto reivindicativo para después convertirse en un “experimento social”, es hoy un espacio para la libertad y la verdadera democracia, donde todas las decisiones que afectan a sus aproximadamente 900 vecinos se toman por consenso en base al diálogo.

Curiosidades de Christiania

La historia de Christiania no está libre de batallas, pues en sus cuatro décadas de existencia no han sido pocos los intentos del Gobierno danés por eliminarla del mapa. Pero lo cierto es que Christiania cae bien, o al menos eso afirman las estadísticas, según las cuales un 70% de los habitantes de Copenhague aprueba y defiende su existencia. El 30% restante resulta comprensible, pues siempre habrá quien no vea con buenos ojos las “ventajas” que disfrutan los vecinos de Christiania, como el verse exentos de pagar impuestos (pero sí servicios como la luz y el agua) o el libre comercio y consumo de drogas blandas.

Pero en términos generales, la idea de una comunidad ajena a la propiedad privada, donde no está permitida la circulación de vehículos de motor, y manifiestamente ecofriendly, resulta positiva y refrescante; al menos, para pasar un rato durante tu próximo viaje a Copenhague. Al salir, un cartel os dará la bienvenida de vuelta a la Unión Europea.

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Autora: Carmen Teira